Harriet Hall

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monográfico · La navaja escéptica

 

Política, ciencia y salud

Harriet Hall

 


Carl Sagan decía: “Vivimos en una sociedad absolutamente dependiente de la ciencia y la tecnología y aún así nos hemos arreglado para que casi nadie entienda la ciencia y la tecnología. Estes es un claro signo de desastre.” Las creencias que mantienen los políticos afectan a la legislación y la salud pública, la investigación médica, y el cuidado médico. Si no entienden la ciencia, es probable que adopten creencias falsas y no estén cualificados para decidir la política pública.

El público general es terriblemente ignorante en materia de ciencia. En una reciente encuesta en EE.UU, la mitad de los que respondieron no sabían cuánto tarda la tierra en dar una vuelta alrededor del sol, y sólo el 40% aceptaba la evolución. La mayoría de las personas sacan su información de los medios. De acuerdo con Mark Twain, “Si no lees el periódico, no estás informado. Si lees el periódico, estás desinformado.” Lo dijo hace un siglo y las cosas no han cambiado. La información de ciencia en los medios es particularmente poco fiable. La gente a menudo se forma fuertes opiniones basadas en algo que han leído u oído sin cuestionárselo.

Los famosos más activos influyen en el público con sus ideas erróneas sobre salud, desde la idea de que “las vacunas causan autismo” de Jenny McCarthy hasta la limpieza vaginal con vapor de Gwyneth Paltrow. Los charlatanes ofrecen multitud de falsas “curas milagrosas”. Dudosos gurúes de la salud proporcionan información cuestionable. Hay buena información, pero también una tremenda cantidad de desinformación en Internet, y el lector medio carece de la formación en ciencia y de las necesarias habilidades de razonamiento crítico para separar las verdades de las mentiras y distorsiones.

Los políticos no están mejor informados que el público en general, a veces es incluso peor. Algunos de los congresistas que promulgan las leyes en los Estados Unidos han hecho pronunciamientos públicos auténticamente idiotas. Todd Askin dijo que las mujeres no puede quedarse preñadas en una violación. Michele Bachmann dijo que las vacunas HPV causaban retraso mental. Heywood Broun dijo “Todo eso que me contaron sobre la evolución, la embriología y la teoría del Big Bang no son más que mentiras infernales”. ¡Y se trata de un médico en el Comité sobre Ciencia!

Los doctores no se libran de creencias erróneas. Los médicos no son científicos; la medicina aplica la ciencia, empleando el conocimiento científico para tratar al paciente individual. Algunos médicos carecen de la formación y las habilidades de razonamiento crítico necesarias para comprender juiciosamente la literatura médica. Esto ha resultado en una interpretación ingenua de la “medicina basada en evidencias” en la que se aceptan los resultados de ensayos clínico aleatorios incluso cuando son inconsistentes con la ciencia básica y el sentido común.

Desafortunadamente, la mitad de los estudios publicados son erróneos. Estudios prometedores iniciales a menudo son seguidos por diseños más grandes y mejor diseñados que llegan a conclusiones opuestas, y los estudios llevados a cabo por humanos imperfectos están sujetos a todo tipo de errores humanos. Más que confiar en un sólo estudio, un auténtico pensador científico aguarda a su replicación y confirmación, busca su consistencia con el resto del conocimiento, sopesa todas las evidencias publicadas a favor y en contra, y tiene en cuenta el tamaño, la calidad y el diseño de los estudios. Es algo complicado. Los que no son expertos se encuentran en desventaja. En áreas fuera de la propia, debemos confiar en expertos; y es duro saber quién es realmente un científico experto reputado en el que podemos confiar y que no está poseído o sesgado por una ideología. pero poseer una buena base en ciencia y en razonamiento puede llevarnos a modos de identificar las fuentes que deberíamos rechazar como poco fiables.

Los doctores que no son buenos científicos han sucumbido a lo que se ha llamado “medicina charlacadémica” (quackademic medicine), la infiltración de la charlatanería en las escuelas de medicina y los hospitales. Los seguros de salud y los programas del gobierno pagan por varios tipos de tratamiento no científicos. En el Reino Unido, el Servicio Nacional de Salud aún paga por la homeopatía, cuyo funcionamiento no ha podido ser mostrado (excepto como placebo). La sociedad está pagando a quiroprácticos para ajustar vértebras en inexistentes “subluxaciones”. Está pagando a acupuntores para eliminar bloqueos míticos en el flujo de una fuerza vital mítica llamada qi, mediante la inserción de agujas de acupuntura en míticos meridianos y puntos de apucuntura. En algunos lugares, la sociedad está pagando por tratamientos naturópatas no probados y estúpidos tratamientos de medicina energética.

“Medicina integral” es la nueva palabra de moda. Es un término de marketing diseñado para promover la infiltración de tratamientos no probados, y a veces directamente charlatanescos, en la práctica médica convencional basada en ciencia. Dicen que quieren adoptar aquellos tratamientos alternativos que se ha demostrado que funcionan. Por definición, la medicina alternativa es medicina que no está apoyada en evidencias suficientemente buenas como para ganarse un sitio en la medicina convencional. Si se ha probado que funcionan, hubieran sido adoptadas ya por la medicina convencional y no serían llamadas “alternativas”. Las llamaríamos simplemente “medicina”.

Los practicantes de medicina integral engañan cuando afirman que cosas como el ejercicio, la dieta, el masaje, la prevención, los remedios basadas en plantas, medidas de comfort y tratar a todo el paciente son una provincia particular de la medicina alternativa. No lo son: todos ellos son parte de la práctica clínica convencional, y la medicina alternativa simplemente trata de aprovecharse de ellos.

Los gobiernos están concediendo licencias a los quiropráctivos, los acupuntores, los homeópatas, los naturópatas y otros cuyas prácticas no se basan en ciencia. Esto concede a sus practicantes una validación y prestigio a ojos del público que no merecen. Mucho de lo que parece funcionarles lo hace sólo por dos factores: los efectos placebo y el curso natural de la enfermedad. La mayoría de los síntomas fluctúan y en muchas condiciones mejoran naturalmente con el tiempo; y cuando lo hacen, el tratamiento alternativo podría apuntarse el tanto falsamente. Se ha argumentado que los placebos son algo bueno: los pacientes dicen sentirse mejor, y seguramente esto es lo que quieren. Pero los expertos en ética médica condenan uniformemente el uso de placebos porque constituyen una mentira y minan la confianza de la relación entre doctor y paciente. Los placebos podrían afectar a síntomas subjetivos pero no pueden cambiar objetivamente el curso de la enfermedad, y utilizar placebos puede interferir con el reconocimiento y tratamiento efectivo de una enfermedad grave.

Los gobiernos son una fuente importante de financiación para la investigación, especialmente en ciencia básica. Los fondos de investigación están siendo malgastados. Se están financiando estudios de implausibles tratamientos alternativos, dejando menos dinero para la investigación que es más probable que produzca hallazgos útiles. En 1992 los Estados Unidos establecieron la Oficina para la Medicina Alternativa, después llamada Centro Nacional para la Medicina Complementaria y Alternativa (NCCAM) y ahora el Centro Nacional para la Salud Complementaria e Integral (NCCIH). Su mandato fue orientado por una agenda política. No se orientó a preguntar si funcionaban los tratamientos alternativos, sino a crear evidencias de que sí funcionaban, y a financiar estudios que otros científicos no hubieran considerado merecedores de tal cosa, incluyendo nuevos estudios sobre tratamientos que ya se ha probado que no funcionan. Un investigador de metodologías, R. Barker Bausell señaló: “Se está convirtiendo en políticamente correcto investigar tonterías.”

La ignorancia científica mata. En Sudáfrica a principios del siglo XXI, el presidente y el ministro de salud se negaron a creer las abrumadoras evidencias de que el HIV causaba el SIDA. A los pacientes se les denegó el tratamiento antiretroviral que salva vidas, y en su lugar se les aconsejó seguir una dieta de ajo, aceite de oliva y limón para curar la enfermedad. Esta política pública llegó a 300.000 muertes por HIV/SIDA que podían haberse prevenido.

La polio es una enfermedad contagiosa que sólo se transmite de humano a humano, sin que afecte a animales. Igual que la viruela, una campaña eficaz de vacunación debería eliminarla completamente del globo. Para 2003, la polio había sido erradicada de todos excepto de seis países; uno de estos países era Nigeria. Se desarrolló un plan para inmunizar a más de 15 millones de niños, con lo que se esperaba eliminar la enfermedad en el país. Se extendieron rumores de que la vacuna había sido deliberadamente adulterada con drogas anti-fertilidad, virus HIV, y agentes cancerígenos dentro de un complot occidental genocida para matar africanos. No había ni la más mínima evidencia de estas imaginaciones paranoicas. Los líderes políticos y religiosos en tres estados del norte lideraron un boicot del programa de inmunización, el boicot fue apoyado por el gobernador del estado de Kano, y el gobierno suspendió el programa durante varios meses. El resultado fue la reaparición de una epidemia de polio nigeriano que se extendió por 16 naciones, infectando y paralizando a niños tan lejos como en Indonesia.

Estos dos desastres de salud pública pudieron haber sido prevenidos si los políticos hubieran dispuestos de las herramientas y las habilidades de razonamiento crítico para desenmascarar las ideas erróneas.

La política pública debería estar determinada por las evidencias y la razón, no por los rumores, las opiniones poco informadas y las creencias sin fundamento. Necesitamos desesperadamente a responsables de políticas que entiendan la ciencia y posean las habilidades de pensamiento crítico precisas para reconocer la desinformación, para evaluar las afirmaciones de los lobbyistas y los grupos de interés especial, y para reconocer la diferencia entre hechos y opiniones.


harriet-a-hall-md2-copyHarriet Hall

Family physician, former U.S. Air Force flight surgeon and skeptic

 

 


 

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