Rob Whitley y Victoria Carmichael

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El suicidio en los hombres: Una epidemia pan-nacional

 

 

El suicidio es un problema serio de salud en toda Europa. De hecho, ciertos países de la Unión Europea (UE) (como Eslovenia, Lituania y Hungría) tienen algunas de las tasas de suicidio más altas conocidas del mundo (Eurostat, 2016a). A lo largo de la Unión Europea, los hombres cometen aproximadamente el 75% de todos los suicidios (Eurostat, 2016a).

En total, unos 43000 hombres europeos se matan cada año (Parlamento Europeo, 2016). Esto ha planteado una serie alarma, con el profesor Dan Bilsker de la Universidad Simon Fraser afirmando que se trata de una “epidemia silenciosa de suicidio masculino” (Bilsker y White, 2011). Estas tasas son las más pronunciadas en el grupo de edad entre 40-60 años (Comisión Europea, 2008).

Parece que hay algo en el hecho de ser un hombre (especialmente de mediana edad) en la Europa moderna que está contribuyendo a estas elevadas tasas de suicidio. Numerosos factores, muchos de los cuales no están suficientemente investigados ni son conocidos, pueden estar desempeñando un papel explicativo.

Divorcio

La tasa de divorcio en la UE se ha venido incrementando a lo largo de los cincuenta pasados años. De hecho, la tasa bruta de divorcio se ha doblado entre 1965 y 2011 (Eurostat, 2016c), con países como Dinamarca y Lituania poseyendo tasas excepcionalmente elevadas. Muchas investigaciones indican que el divorcio y la separación son fuertes factores de riesgo para el suicidio masculino (Weissman et al., 1999). De hecho, países con altas tasas de divorcio tienden a tener altas tasas de suicidio masculino. Por ejemplo, Lituania posee la tasa de mortandad por suicidio más alta de todos los países de la UE, con hombres muriendo por suicidio a casi 6 veces la tasa de las mujeres (Eurostat, 2016a). También posee las más altas tasas de divorcio (Eurostat, 2016c).

El vínculo entre el divorcio y el suicidio se ha atribuído a numerosos factores. Primeramente, a la pérdida de apoyo social y emocional en la ruptura de una familia. En segundo lugar, a sentimientos de vergüenza y estigma que acompañan a menudo el divorcio, que debe ser especialmente intenso en subculturas religiosas y más tradicionales. Y en tercer lugar al tratamiento que conceden los juzgados penales llamados de “familia” a los hombres.

Una percepción común es que estos juzgados son institucionalmente sexistas, fallando sistemáticamente en contra de los hombres de un modo sesgado. De hecho, las estadísticas de Eurostat (2015) indican que los hogares constituidos solo por el padre representan solo el 2.6% de las familias en la UE, comparados con el 13.4% de hogares constituidos por la madre. En el proceso de divorcio, muchos hombres perderán su casa, sus ahorros, sus niños y su reputación. Esta separación y pérdida puede ser anímicamente destructiva para los hombres afectados, conduciéndolos a más aislamento y alienación del resto de la sociedad. Estos efectos negativo del divorcio han sido vinculados con el riesgo de suicidio en hombres (Bartlett, 2004). El siguiente video ilustra los efectos de salud mental de la separación y el divorcio.


Problemas económicos y ocupacionales

Algunas investigaciones sugieren que los hombres que viven en pequeñas ciudades y áreas rurales poseen riesgos de suicidio particularmente elevados (Gallagher & Sheehy, 1994; Titelman et al., 2013). Esto se ha relacionado con circunstancias económicas cambiantes. A lo largo de Europa, se ha producido un enorme declive en industrias tradicionales masculinas tales como manufactura, silvicultura y pesca, dejando muchos hombres sin empleo o infraempleados. Esto puede llevar a que los hombres afectados se vean privados de sentido de orgullo, propósito y sentido en la vida; todo ello esencial para la fortaleza y resiliencia espiritual (Moller-Leimkuhler, 2003; Wasserman and Mäkinen, 2009).

Tener un trabajo es un factor protector frente al suicidio. Sin embargo, los hombres constituyen la abrumadora mayoría de las personas que trabajan en ocupaciones muy peligrosas. Obvios ejemplos son el ejército o las fuerzas del orden. Otros ejemplos son el sector forestal, la pesca, la construcción, la minería y la industria de petróleo y gas. Algunos de estos factores, como la pesca y el sector forestal, están sujetos a caprichosos ciclos económicos y estacionales. Esto puede llevar a muchos hombres a situaciones precarias, con periodos de trabajo intenso seguidos de largos períodos sin trabajo. Tal inestabilidad económica se ha relaciondo con el suidicio (Yur’yev, Värnik, Värnik, Sisask, & Leppik, 2012).

Muchos de estos sectores de empleo (especialmente la policía y el ejército) pueden exponer a los hombres a un alto riesgo de lesiones o de violencia. Esto puede ocasionar minusvalías o desorden de stress postraumático, ambos probados predictores de suicidio (Russell, Turner, & Joiner, 2009; Sareen et al., 2007). También, estos tiempos de trabajo llevan a menudo a aislamiento social, con hombres que dejan de estar empleados o son relocalizados lejos de sus familias y amigos. Este stress ocupacional puede incrementar el riesgo de consumo de substancias, que según se ha argumentado es una forma de “suicidio a cámara lenta” (Vijayakumar, Kumar, & Vijayakumar, 2011).

Demonización de los hombres

Algunos investigadores han argumentado que las culturas occidentales tienden a demonizar a los hombres. Se han presentado diferentes evidencias para apoyar esta idea. Gran parte gira en torno a la teoría sociológica conocida como “hipótesis de la caballerosidad”. Según esta el estado y la sociedad actúa de una manera caballerosa y indulgente hacia las mujeres. Del mismo modo, el estado y la sociedad actúan en general castigan más a los hombres. Esta es la dicotomía familiar “las mujeres son víctimas y los hombres son villanos” (Grabe, Trager, Lear, & Rauch, 2006). Los medios y el sistema legal son los dos dominios donde más se ha explorado esta hipótesis.

Por ejemplo, numerosos estudios muestran que los medios perpetúan la dicotomía víctima/villano, con independencia de las circunstancias reales. Un estudio halló que los medios describen más frecuentemente a los hombres con una enfermedad mental con un lenguaje estigmatizante y despreciativo, mientras que las mujeres con una enfermedad mental son descritas con empatía y compasión (Whitley, Adeponle, & Miller, 2015). Todo esto perpetúa las imágenes negativas de los hombres, que a su vez puede influir en actitudes sociales más extendidas.

Del mismo modo, las investigaciones muestran una disparidad de género en los casos penales. Las estadísticas a nivel de la UE no son de fácil acceso, pero un estudio de Estados Unidos mostró que los hombres tienen el doble de posibilidades de ir a prisión, y reciben sentencias un 63% más largas que las mujeres para crímenes similares (Starr, 2015). Esto es preocupante porque Europa posee una de las tasas más altas de suicidio en hombres reclusos, con los hombres constituyendo el 95% de la población reclusa europea (Eurostat, 2016b; Fazel, Grann, Kling, & Hawton, 2011). Esta supuesta demonización podría contribuir a un clima de hostilidad hacia los hombres. Lo que podría llevar a una falta de empatía, servicios insuficientemente financiados, así como nociones de desechabilidad masculina.

Masculinidad y servicios de salud mental

Muchos académicos han atribuído el suicidio masculino a nociones dominantes de masculinidad (Canetto and Sakinofsky, 1998; Möller-Leimkühler, 2003). Ejemplos de tales nociones dominantes incluyen la fuerza, la obstinación, el estoicismo y el silencio en frente de la adversidad. Algunos han argumentado que muchos hombres internalizan estas nociones y que esto afecta negativamente a su conducta. Por ejemplo, un hombres con pensamientos suicidas puede estar socialmente condicionado para sentir que los “hombres de verdad” deben callarse y “ser un hombre” más que expone y discutir su problemas con familia y amigos. Algunas evidencias sugieren que estas nociones también podrían disuadir a los hombres para pedir ayuda en los servicios de salud mental.

De hecho, los servicios de salud mental pueden desempeñar un papel vital en la prevención del suicidio. Pueden identificar a hombres vulnerables y actuar en consecuencia. Los servicios también pueden ayudar a tratar conocidos predictores de suicidio como la depresión y el desorden de stress postraumático. Dicho esto, los hombres utilizan los servicios de salud mental a un nivel alarmantemente inferior a las mujeres (Alonso et al., 2004). Como se ha dicho, esto se imputa a menudo a la así llamada obstinación masculina. Si bien esto puede ser una parte de la ecuación, un factor no suficientemente observado podría ser la configuración de los servicios oficiales de salud mental, que muchos hombres podrían encontrar poco atractivos debido a su énfasis excesivo en la conversación y la medicación.

De hecho, el estoicismo y el silencio de los hombres a menudo se ha visto como parte del problema, ¿pero no podría ser una parte de la solución? Los hombres a menudo prefieren la acción a las palabras. Les gusta hacer cosas, construir, contribuir, a menudo en silenciosa colaboración con otros. Esto podría explicar la creciente popularidad de intervenciones innovadoras para hombres aislados y solitarios tales como “Men’s sheds” (casetas para hombres) (Golding, Kimberley, Foley, & Brown, 2008). Se trata de lugares donde los hombres vulnerables pueden encontrarse para “actividades como proyectos de carpintería, cocina, reparación de bicicletas y música”. Las evaluaciones sugieren que estas actividades para hombres mejoran la salud mental de los participantes, por lo que podrían ser alternativas viables a los servicios oficiales (Ballinger, Talbot, & Verrinder, 2009).

Soluciones

¿Qué puede hacerse para plantear el problema del suicidio?

En primer lugar, se necesitan planes de acción locales, regionales, nacionales y pan-nacionales. Un informe reciente advirtió que sólo 13 países de la UE poseen estrategias de prevención de suicidio (Parlamento Europeo, 2016). Deben formularse planes nuevos, y los planes existentes deben ser actualizados regularmente a la luz de evidencias nuevas. Esto debería incluir objetivos claros, grupos destinatarios concretos y responsabilidades para varios sectores. También deberían plantearse problemas tales como la prevención, la intervención en crisis y la investigación. Dada la preponderancia del suicidio masculino, deberían crearse grupos destinatarios específicos para hombres. Estos grupos y objetivos deben ser regularmente vigilados y evaluados.

En segundo lugar, el suicidio debe ser reconocido como un problema social tanto como de salud mental, con especial atención a problemas como el desempleo, el cambio económico y la disrupción familiares. Debe investigarse urgentemente el rol del sistema de tribunales de familia, quizás acompañado de nueva legislación que tenga en cuenta e identifique las desigualdades de género.

En tercer lugar, existe la acuciante necesidad de más margen de elección en el sistema de salud mental para asegurarse de que más amigable para los hombres. Esto podría implicar la expansión de intervenciones tales como las “casetas para hombres”, así como otras intervenciones que tengan en cuenta la proclividad masculina a inventar, crear y trabajar en equipo.

Estas acciones podrían servir de algún modo para reducir la silenciosa epidemia de suicidio masculino.

Referencias

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Ballinger, M. L., Talbot, L. A., & Verrinder, G. K. (2009). More than a place to do woodwork: a case study of a community-based Men’s Shed. Journal of Men’s Health, 6(1), 20-27.

Bartlett, E. E. (2004). The effects of fatherhood on the health of men: a review of the literature. The journal of men’s health & gender, 1(2), 159-169.

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Rob Whitley y Victoria Carmichael

Monográfico Mujeres fuertes, hombres frágiles

Department of Psychiatry, Douglas Mental Health University Institute,McGill University, Montreal, QC, Canada

March 2017