monográfico · ¿Existen los europeos?
¿Una comunidad ideal?
Robin Dunbar
E
l mundo moderno supone un desafío. En la actualidad la mayoría de nosotros vive en Estados muy grandes, que superan con creces la escala a la que ha sido diseñada nuestra psicología social. Esta tensión entre nuestra psicología y la situación en la que vivimos tiene profundas consecuencias tanto para la estabilidad del mundo político como para nuestras experiencias vitales individuales como ciudadanos de este mundo.Los desafíos surgen a partir de dos trayectorias bastante diferenciadas. Una es la creciente urbanización que ha estado funcionando desde que el hombre comenzó a vivir en aldeas durante el Neolítico hace unos 10 mil años. La otra es la globalización que lleva actuando solo desde el siglo pasado, o tal vez menos (esencialmente la era moderna de la comunicación rápida y los viajes). En general, por un lado, una mayor urbanización y unas ciudades cada vez más grandes se asocian a una menor familiaridad con los que convivimos, el aumento de la soledad, tasas de criminalidad más elevadas, personas cada vez más disfuncionales y con más enfermedades mentales, menor participación política y un mayor sentido de desilusión. El incremento de la globalización conduce a una creciente sensación de perder el control sobre la propia vida y sus circunstancias. El locus de control de uno mismo se aleja de lo local a un ámbito internacional -grandes bancos, multinacionales, poder político- sobre el que ya no tenemos capacidad de influir.
[pullquote]todas las sociedades de primates son contratos sociales implícitos[/pullquote] Para entender por qué ocurre esto, vamos a fijarnos cómo son las comunidades humanas naturales. Los seres humanos son miembros de la familia de los primates. Compartimos con nuestros primos, los monos y simios, una serie de características sociales y psicológicas fundamentales entre las que destacan dos: La primera es que todos los primates viven en sistemas sociales enlazados. Es decir, son sociedades que se fundan en lazos emocionales intensos y estrechos entre pares de individuos (madres y bebés, parejas románticas, amigos). La segunda es que todas las sociedades de primates son contratos sociales implícitos: son acuerdos colectivos para resolver cooperativamente los problemas relacionados con la supervivencia y el éxito reproductivo. Los contratos sociales de este tipo requieren que los individuos estén dispuestos a contenerse en algunos de sus objetivos más deseados (este es un rasgo que en psicología se conoce como inhibición de las respuestas prepotentes) a fin de permitir que todos tengan una participación razonablemente justa en los beneficios de la vida del grupo. Si hay individuos que roban demasiados alimentos de los demás, o intimidan en exceso, esto conduce inexorablemente a que el grupo se rompa y que los que habían salido perdiendo busquen circunstancias más agradables en otro lugar, con la inevitable pérdida del beneficio que proporcionaba el grupo.
[pullquote]la ecuación que relaciona el tamaño del cerebro con el tamaño del grupo social en primates predice un tamaño grupal natural para los seres humanos de unas 150 personas[/pullquote]Las relaciones sociales entre primates son muy intensas y dependen genéricamente de unas habilidades psicológicas cognitivamente muy exigentes. Como resultado, existe una relación bastante sencilla entre el tamaño del grupo social y el tamaño del cerebro: especies que viven en grandes grupos sociales tienen cerebros grandes, en especial aquellas partes del cerebro involucradas en la toma de decisiones sociales (asociadas a la región frontal del cerebro). Los seres humanos se ajustan limpiamente en el extremo de esta distribución. De hecho, la ecuación que relaciona el tamaño del cerebro con el tamaño del grupo social en primates predice un tamaño grupal natural para los seres humanos de unas 150 personas.
Este valor de unos 150 individuos vuelve a aparecer en todo tipo de contextos sociales. Es el tamaño típico de las comunidades de cazadores-recolectores (o clanes), el tamaño típicamente de pueblos en tiempos medievales y modernos en Europa, el tamaño de la unidad fundamental de todos los ejércitos modernos (la compañía), el tamaño óptimo para que las comunidades utópicas estadounidenses del siglo XIX (que no fueron pocas) fueran longevas, e incluso el tamaño de las comunidades residenciales de los campamentos en la Alemania contemporánea. También resulta ser el tamaño típico de las redes sociales personales (el número de personas con las que uno siente que tiene una relación personal correspondida (personas con las que haría un esfuerzo por mantenerse en contacto).
En las sociedades tradicionales a pequeña escala, tales como las que formaban los cazadores-recolectores y las comunidades agrícolas a pequeña escala, esta comunidad de unos 150 individuos es la principal unidad social o residencial. En estos casos, todos los miembros se conocen, y de hecho esa red social de unas 150 personas es más o menos la misma para todos, aunque se estructure de forma diferente (por ejemplo, mi abuela es la prima de tu abuela). Este elevado grado de coherencia en la comunidad consigue dos cosas. Proporciona una red densamente interconectada en la que los vínculos entre las personas permiten que todos puedan mantenerse al día con lo que esté haciendo cada uno. Y además, aporta su propia fuerza policial: la comunidad actúa como juez, jurado y policía sobre aquellos que no cumplen con las expectativas de la comunidad sobre cómo comportarse.
La urbanización creciente en los últimos pocos miles de años, en combinación con una mayor movilidad económica (sobre todo en los últimos 50 años), han tenido un impacto importante en nuestras redes sociales. Debido a que nos movemos con frecuencia, hoy en día nuestras redes sociales se encuentran mucho más fragmentadas y sub-estructuradas, además de hallarse dispersas por una amplia zona geográfica: consisten en un conjunto de subredes que rara vez se cruzan ni interactúan – una red familiar, y un conjunto de redes de amigos que hacen un seguimiento de nuestro trabajo y vida social a lo largo de muchas décadas (los amigos con los que fui a la universidad y con los que me encuentro de vez en cuando, la gente que la que trabajé y me socialicé cuando trabajaba en Ámsterdam, otro grupo de cuando estuve en Helsinki, un grupo más con el que pasé unos días en Edimburgo, y así sucesivamente). Debido a que estos subgrupos no se conocen entre sí y nunca interactúan, la red ya no actúa como su propia fuerza policial. Si a un grupo no le gusta lo que hago ya no importa, puedo olvidarles y pasar mi tiempo junto a otro grupo que no sepa lo que hice. Y si uno de ellos decide decir algo acerca de mi comportamiento, estará solo, no contará con el respaldo del resto de la comunidad. Este es uno de los aspectos negativos que comúnmente se señalan acerca de la vida urbana moderna: la gente está menos dispuesta a intervenir cuando alguien se porta mal, y las personas están igualmente menos dispuestas a apoyarse mutuamente en tiempos de necesidad social o emocional.
[pullquote]se han tomado los bloques de construcción psicológicos fundamentales que crean amistades sólidas y se han aplicado a gran escala[/pullquote]No todo es negro, por supuesto: desde que comenzamos a vivir en aldeas permanentes, hace 10 mil años, hemos encontrado maneras para que las grandes comunidades funcionaran. En principio, se han tomado los bloques de construcción psicológicos fundamentales que crean amistades sólidas y se han aplicado a gran escala. La calidad de la amistad depende de cuántas dimensiones relacionales compartimos con otra persona. Hay seis, y son las siguientes: lenguaje, lugar de origen, nivel de estudios, aficiones / intereses (incluyendo los gustos musicales), visión del mundo (puntos de vista morales / religiosos / política) y sentido del humor. Cuantas más cosas compartamos, más fuerte será la relación que se forme y más probable será que nuestro comportamiento con esa persona sea altruista. Hay que tener en cuenta que son rasgos culturales antes que biológicos (es decir, genéticos), por lo que varían con el tiempo. Lo que en realidad identifican es a gente que viene de esa misma comunidad pequeña – de hecho, es casi seguro que su función es identificar a esa comunidad primitiva de 150 personas, y que en sociades a pequeña escala también es probable que tengan lazos entre sí (ya sea biológicamente o debido a que se ha contraído matrimonio).
Podemos usar cualquiera de estas seis dimensiones para crear super comunidades soldadas entre sí por un único tema común, como las personas que tienen las mismas creencias religiosas, que siguen el mismo club de fútbol, o que hablan el mismo dialecto. Al tratarse de supergrupos basados en una sola dimensión, son inevitablemente mucho más débiles que las relaciones familiares o de amistad, mucho más estrechas por estar basadas en un mayor número de dimensiones. No obstante, parece que este truco ha sido lo suficientemente bueno como para conseguir que agrupaciones muy grandes funcionaran la mayor parte del tiempo. Las ideologías, ya sean políticas o religiosas, parecen especialmente eficaces a este respecto.
[pullquote]grupos unidimensionales son especialmente propensos a la fragmentación[/pullquote] Hay, sin embargo, un inconveniente: grupos unidimensionales son especialmente propensos a la fragmentación. Esto es especialmente evidente en la religión. La religión se originó, en sociedades de cazadores-recolectores a pequeña escala, como un mecanismo para crear una comunidad cohesionada. Estas sociedades adoptaron religiones de tipo chamánico, que se caracterizan por basarse más en la experiencia que en la doctrina: tales religiones rara vez tienen dioses, y ciertamente no tienen dioses suprmeos y aleccionadores que gobiernen sobre los hombres, y no suelen tener nada que se parezca a una teología o a un código moral. Se basan más bien en experiencias emocionales durante estados de trance, a menudo inducidos por bailes y música, que crean un sentido de pertenencia y de encontrarse profundamente unidos a la comunidad. Las religiones doctrinales con las que estamos más familiarizados (religiones mundiales como las que tenemos en la actualidad) se desarrollaron durante el Neolítico como una forma de controlar a miembros de comunidades cada vez mayores: Dios (un dios supremo que imparte lecciones morales) ahora es responsable de castigar a los reincidentes con el fin de mantener cohesionada a la comunidad , y para conseguir esto necesita de una teología, algunos rituales religiosos y unos sacerdotes que actúen en su nombre. Se trata de un sistema jerárquico, basado en la disciplina, de arriba abajo, y funciona bastante bien como una forma de mantener a la gente en fila.
Sin embargo, tiene una gran desventaja: las bases psicológicas ancestrales de esa religión experiencial, de abajo arriba, invariablemente asociadas con experiencias místicas personales, siguen existiendo por debajo de esa superestructura artificial. Como resultado, todas las religiones modernas se ven importunadas por la constante aparición de cultos y sectas psicológicamente más satisfactorias y que tienen una escala más personal, como las religiones místicas que giran a menudo en torno a una figura carismática. Todo esto amenaza con fragmentar la unidad de la religión doctrinal impuesta. La historia de todas las religiones abrahámicas (judaísmo, cristianismo e Islam), en particular, ha sido una lucha continua para hacer frente a esta circunstancia. Ejemplos bien conocidos dentro de la cristiandad europea incluyen a los cátaros, los anabaptistas de Münster, y, en sus orígenes, a los cuáqueros, los bautistas y los metodistas, todos los cuáles fueron recibidos con un ceño fruncido por las autoridades de la iglesia, a algunos de ellos se les suprimió mientras que otros han moderado sus demandas y su comportamiento (a menudo en respuesta a su propio éxito y creciente tamaño de la comunidad, y como necesidad para imponer la disciplina doctrinal).
[pullquote]Un enfoque por lo general más rentable es absorber la diversidad implícita a estos movimientos e insertarlos en el tejido mismo de la comunidad.[/pullquote]Y aquí radica la metáfora de todas las comunidades nacionales y supranacionales: siempre se enfrentarán a un bombardeo constante de ataques desde abajo, con pequeñas comunidades de personas con ideas afines que tratarán de establecer una realidad que concuerde mejor con sus predisposiciones psicológicas, tal vez incluso romperlo todo por completo. La pregunta que la comunidad tiene que plantearse es cómo se puede manejar esto sin crear fisiones y cismas ni que se destruya a sí misma en el proceso. Una imposición draconiana de arriba abajo de la disciplina comunitaria es siempre una opción (esta es la manera en la que los militares, y algunas religiones, abordan este tipo de problemas), pero, aparte de las circunstancias peculiares del campo de batalla, por lo general este procedimiento tiene el efecto de que las cosas acaben yendo a peor. A la gente le molesta la disciplina impuesta por personas ajenas a su pequeña comunidad. Un enfoque por lo general más rentable es absorber la diversidad implícita a estos movimientos e insertarlos en el tejido mismo de la comunidad. Con un símbolo común que sea como el tótem en el que todos los grupos puedan identificarse, la creación de una comunidad de abajo arriba en la que cada individuo y cada grupo esté emocionalmente comprometido con el proyecto que representa la supercomunidad siempre tendrá un mayor éxito. En ausencia de ese compromiso de abajo arriba, sin embargo, es inevitable que la supercomunidad se desmorone.
Para seguir leyendo
Dunbar, R. (2011). Constraints on the evolution of social institutions and their implications for information flow. Journal of Institutional Economics 7: 345-371.
Dunbar, R. (2014). Human Evolution. Pelican Books.
Dunbar, R. (2014). The social brain: psychological underpinnings and implications for the structure of organizations. Current Directions in Psychological Science 24: 109-114.
Dunbar, R. (2015). Social networks and their implications for community living for people with a learning disability. International Journal for Developmental Disability 61: 101-106.
Robin Dunbar
Professor of Evolutionary Psychology. Department of Experimental Psychology
University of Oxford
South Parks Road. Oxford OX1 3UD, UK
Department of Computer Sciences. Aalto University
Espoo, Finland