INVIERNO GRIS

¿El fin de la infancia?monográfico · ¿El fin de la infancia?renew europe

INVIERNO GRIS

Pablo Losada
Pablo Losada. Ingeniero de Caminos. Profesor ocasional y vocacional. Los números son mis amigos.


– ¿Cómo han ido los resultados del mes?

– Hemos cumplido los objetivos presupuestados, mi General. 347 unidades terminadas vs. 340 planificadas. 8 no pudieron llegar a término por problemas de calidad, el mismo número que en el plan

– Excelente, excelente, se felicitó el General Liu-Xo, responsable de las 237 Unidades de Expansión Demográfica de la región de Shanghai. ¿Alguna baja en las unidades productivas?

– 37 programadas debidas a razones fisiológicas y dos fallecimientos inesperados. Pero se han incorporado 47 nuevas mujeres al Servicio de Reproducción Estatal, con lo que no debería haber problemas para cumplir con los nacimientos programados por el décimo noveno Plan Quinquenal de la República Popular, Mi General.

– Enhorabuena, Teniente. Ya sabe que, tras no lograrse los objetivos de incremento poblacional deseados con el Programa de Limitación Laboral Femenina en el décimo séptimo plan quinquenal, Su Excelencia el Presidente Jing Xipong ha puesto su confianza en el SRE como la herramienta decisiva que nos permitirá retomar la senda del Crecimiento Económico que abandonamos en 2030.

Durante muchos miles de años la población humana creció lentamente. La esperanza de vida oscilaba entre los 25 y los 35 años, según la mayor o menor proliferación de epidemias y/o conflictos bélicos, y aproximadamente 1 de cada 2 seres humanos fallecía antes de alcanzar la pubertad. La Revolución Neolítica, que permitió a la Humanidad abandonar el nomadismo para establecerse en comunidades estables donde florecieron la artesanía y el comercio, aceleró el ritmo de crecimiento poblacional. Jesucristo fue uno de los 200-250 millones de seres humanos que se estima vivían hace aproximadamente 2000 años. Durante los siguientes 17 siglos la población se triplicó, aunque la esperanza de vida continuó en los mismos niveles, inferior a 35 años incluso en los lugares más desarrollados de Europa.

El desarrollo de las vacunas y, sobre todo, la popularización de la máquina de vapor y el consumo de combustibles fósiles, que permitieron pasar de una sociedad local, agrícola y artesanal a una civilización industrial y verdaderamente global, propiciaron un extraordinario crecimiento poblacional. La mortalidad infantil comenzó a disminuir, aunque todavía en los años 50 del siglo pasado 1 de cada 4 niños fallecía antes de cumplir 15 años (hoy apenas lo hace 1 de cada 25). Simultáneamente, la esperanza de vida comenzó a crecer, primero poco a poco (era aún inferior a 35 años a principios del siglo XX), y muy aceleradamente a partir del final de la Segunda Guerra Mundial (siempre antes en los países más desarrollados, que van varias décadas “adelantados” a los países más pobres). Tan solo 2 veces desde 1945 disminuyó de manera apreciable: durante el Gran Salto Delante (Mao Tse Tung hizo descender la esperanza de vida en China de 49 a 33 años durante los 4 años que duró su primera gran locura) y recientemente debido a la crisis de la COVID.

 

Our World in Data para el de la esperanza de vida global, basado en datos de la ONU.

Our World in Data para el de la esperanza de vida global, basado en datos de la ONU.

Así las cosas, la población global pasó de apenas 600 millones de habitantes en 1700 a casi 1000 en 1800, a más de 3000 millones durante los años 60 del siglo pasado, para alcanzar finalmente los más de 8000 millones de individuos que se calcula que poblamos hoy la Tierra.

Desde los inicios de la Revolución Industrial hubo pensadores influyentes que, conscientes de que los recursos naturales y nuestra capacidad de producción no podían ser infinitos, proclamaron que la Humanidad estaba abocada al desastre. Ya Malthus en 1798 predijo que, como la población crecía de forma exponencial y, decía, la producción de alimentos como mucho podría hacerlo de forma lineal, el mundo estaba inevitablemente asomándose a un abismo de pobreza, guerra y muerte durante las siguientes décadas. Posteriormente, el economista William Jevons elaboró su famosa paradoja: cuanto más eficiente fuera el uso de un recurso (él se refería al carbón), en vez de reducirse su uso, este se incrementaría, pues se utilizaría para producir cada vez más cosas, lo que finalmente llevaría al agotamiento del recurso. Ni uno ni otro acertaron en sus predicciones “lógicas” de bola de cristal. Ambos cometieron el mismo error: subestimar el ingenio humano y el desarrollo de nuevas tecnologías. Hoy hay 8 veces más personas que cuando Malthus publicó su Ensayo sobre el principio de la Población, mucho mejor alimentados que entonces (la producción de alimentos ha crecido mucho más rápido que el número de habitantes de la Tierra), y queda carbón para más de 100 años de consumo actual (que es más de 80 veces superior al que se consumía en el planeta cuando Jevons publicó “La cuestión del carbón”).

Afortunadamente, para los muchos miles de millones de personas que han vivido desde el siglo XVIII, vidas mucho más largas y mejores que entonces, estadísticamente hablando, los líderes políticos y empresariales del mundo no hicieron mucho caso a las apocalípticas profecías de estos grandes teóricos, y la Humanidad continuó su acelerado camino de Crecimiento Económico y mejora de sus niveles de bienestar.

A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y el siglo XX, el ritmo de crecimiento poblacional continuó acelerándose de manera vertiginosa hasta mediados de los 60. En 1968, el entomólogo americano Paul Ehrlich obtuvo un gran éxito con la publicación de “La Bomba Demográfica”, donde predecía que el crecimiento poblacional llevaría a hambrunas masivas durante las décadas de los 70 y 80, incluso en Occidente (por supuesto, sucedió todo lo contrario). En el mismo año, un grupo de científicos, políticos y empresarios preocupados por la superpoblación se reunieron en Roma para crear el Club de Roma, que en 1970 se constituyó legalmente en Suiza. En 1972, publicaron “Los límites del Crecimiento”, donde incidían de nuevo en las ideas malthusianas y proponían detener el crecimiento económico y poblacional. De nuevo, afortunadamente, no se les hizo demasiado caso ni política ni económicamente, aunque sí a nivel mediático y académico. Gracias a ello hoy pueblan la Tierra casi el triple de personas, y viven vidas más largas, de mayor calidad y con un mayor nivel de riqueza que entonces (aunque el Club de Roma continúa publicando actualizaciones de su best seller, advirtiendo que ahora sí, que ahora es verdad y que llega el fin del mundo por abusar de sus recursos).

Aunque pensándolo bien, quizá sí se les hizo caso. Desde los años 90, grandes organizaciones supranacionales, como la ONU y especialmente la Unión Europea, han puesto su foco en la lucha contra el Cambio Climático. Y lo han hecho dificultando y encareciendo vía impuestos la explotación y el consumo de recursos fósiles (energéticamente muy densos, fáciles de transportar y, aunque volátiles en precio, baratos) y subvencionando el uso de fuentes de tipo renovable intermitentes, lo que está incrementando de forma notable el coste de la Energía (y, por tanto, de TODO, pues todo servicio o producto tiene como uno de sus ingredientes el consumo de Energía). Y encarecer artificialmente la Energía reduce el crecimiento económico, pues si utilizamos más recursos económicos para obtener lo mismo en términos energéticos, no podremos utilizar esos recursos para otras actividades de inversión productiva. No en vano, el crecimiento del PIB per cápita de la UE durante los últimos 20 años es raquítico en comparación con cualquier otro periodo de similar duración de su Historia (en España es prácticamente inexistente).

En el mundo “menos libre”, China adoptó en 1982 la Política de Hijo Único, que fue suavizando levemente desde 2013 hasta su completa eliminación en 2021. ¿El resultado? La población china lleva dos años descendiendo, y autores como Darrell Bricker estiman que a final de siglo podría ser menos de la mitad de la actual. Y no es China la excepción, sino la norma. La tasa de natalidad ha caído por debajo de 2,1 (la considerada necesaria para mantener la población actual) en la mayor parte del mundo. Aún se mantiene levemente por encima a nivel global gracias a que en África es todavía superior a 4, aunque descendiendo vertiginosamente.

Sí, la población global continúa creciendo. Pero, al igual que sucedía durante la pandemia de COVID, cuando lo importante a la hora de prever el futuro epidemiológico y hospitalario no era tanto el valor absoluto de la incidencia como el ritmo de crecimiento o decrecimiento de la misma, en la evolución de la población global el signo de la derivada segunda ha cambiado hace tiempo: la población no crece cada vez más aceleradamente sino más lentamente, y lo hace sobre todo por aumentos de longevidad en zonas que, como la India o China, han mejorado enormemente sus niveles económicos durante los últimos 20-30 años. Si nada cambia drásticamente, la población global tocará techo hacia mediados de siglo, probablemente en torno o por debajo de 9.500 millones, para comenzar a descender a continuación. Y será difícil que nada cambie de manera radical en ausencia de políticas coercitivas o distópicas, que me parecerían aberrantes, como me lo parecieron en su momento las políticas de hijo único. Por suerte o por desgracia, parece hasta la fecha una verdad casi universal que el ser humano, cuando mejora su nivel de bienestar, decide voluntariamente tener menos hijos.

Si esto sucede (y particularmente no tengo la menor duda de que “la suerte está echada” al menos para los próximos 30-40 años), mientras medios, políticos y organismos supranacionales se preocupan de la superpoblación y el posible agotamiento de los recursos, otro problema de magnitud mucho más preocupante comenzará a arrojar su cenicienta sombra sobre el futuro de la Humanidad: el Invierno Demográfico.

No será solo el hecho de que la población global disminuya (lo que ya supondría retos enormes a la hora de mantener el bienestar de los seres humanos), sino que la pirámide habrá cambiado de forma espectacular en menos de un siglo. Tanto habrá cambiado que más que a una pirámide se parecerá a un cilindro y, si nada cambiase (prever el futuro es un ejercicio arriesgado), a la vuelta de 100 años podría asemejarse más a una marquesina de autobús que a una pirámide.

Populationpyramid.net para las pirámides de población, con datos de los forecast de Naciones Unidas

Populationpyramid.net para las pirámides de población, con datos de las previsiones de Naciones Unidas

Si a principios de los años 70 la mitad de la población mundial tenía menos de 21 años, hoy esa edad que separa la mitad más joven es ya 30 años, y será 35 o más a mediados de siglo.

En 1970, apenas el 8 % de la población mundial tenía más de 60 años, y menos del 1 % tenía más de 80. Hoy esas cifras casi se han duplicado, y continuarán creciendo durante los próximos 20-30 años, salvo cataclismo bélico, epidemiológico o económico, ni predecible ni deseable.

Aunque las condiciones de salud general han mejorado, la demanda sanitaria de una población que envejece será cada vez mayor, y habrá que dedicar recursos crecientes para atenderla, incrementándose el coste de los servicios sanitarios de manera acelerada. De igual modo, la parte de la riqueza global generada cada año que se deberá dedicar a cubrir las necesidades económicas de la población jubilada continuará creciendo. Por ejemplo, en España, que es un laboratorio a pequeña escala de la demografía mundial dentro de algunas décadas, el coste de las pensiones públicas ha pasado de representar alrededor del 9 % del PIB en 2008 al actual 14 %, previéndose que en 20 supere el 16%, según la AIReF. Es difícil anticipar que estos costes añadidos para la sociedad puedan simplemente extraerse vía impuestos de una población productiva cada vez menor en términos relativos, sin que esta se rebele de alguna manera y produzca una ruptura del “contrato social” existente. Para agravar la cuestión, y como mencionaba antes, los “niños del mundo”, visto con perspectiva global, son ya y van a ser más aún los nacidos en África, donde actualmente el nivel educativo es bastante deficiente y no apunta a grandes mejoras previsibles durante las dos próximas décadas. Y el talento humano SÍ es un recurso escaso, que además se deteriora con la edad (las grandes ideas que hacen avanzar a la Humanidad normalmente nacen de cerebros jóvenes).

En definitiva, el mundo de mediados de siglo será un mundo mucho más envejecido que el actual, con una población estable o ya en declive, con un porcentaje de población en edad productiva menor que el actual y, visto con perspectiva global, con menos niños y probablemente peor formados educativamente en términos estadísticos. Y será un mundo en que la fracción menos productiva de la sociedad requerirá una mayor proporción de la riqueza existente, limitando, por tanto, los recursos económicos utilizables para actividades de crecimiento económico que permitan generar nueva riqueza.

No seré yo el que apunte que necesariamente estamos condenados a un “Apocalipsis Gris” o a un futuro distópico como el de la escena del inicio de este artículo para evitar una gran crisis que pudiera culminar con la extinción del ser humano. Tampoco seré el que reescriba la “Fuga de Logan”, en una nueva versión de la novela de 1967 en que, en lugar de ser “forzados a suicidarse” los jóvenes para evitar la superpoblación como en aquella, sean “eutanasizados” los mayores para controlar los costes crecientes de un mundo que envejece. Confío inmensamente en el ingenio y la tecnología humanos potenciados por las libertades individuales y económicas para resolver los retos que se nos presentan. Quién sabe, quizá los robots o la incipiente Inteligencia Artificial incrementen de manera tan espectacular la productividad durante los próximos años que permitan afrontar sin problemas los retos descritos en este texto.

Sí, he querido dejar negro sobre blanco, que quizá los árboles de una supuesta superpoblación no nos estén dejando ver el bosque del inminente declive y envejecimiento poblacional, que se me antoja una amenaza mucho más peligrosa y difícil de combatir que las que ocupan habitualmente la atención de políticos y medios.